Siempre extrañaremos lo que se ha ido. Todavía extraño las clases, a los alumnos, la tinta de los marcadores ensuciando mis dedos.
No me han podido domesticar, aun salgo por los bares y me acuerdo de tu mirada, extraño tu sonrisa cuando reconozco una mirada femenina plantada en mí.
Es fácil lanzar una sonrisa, lanzarla al viento si el aire sos vos, lanzarla al sol si la luz eres tú,
Estábamos dañados por dentro, no éramos malos pero algo se había descompuesto hace mucho en nosotros, recordé el microondas de mamá que solo servía para ver la hora y guardar el pan, al carrito de mi octava navidad que se dañó ese mismo día y que lo tenía porque lucía bien sobre mi armario. Por afuera todo parecía bien.
Algo faltaba y te lo podías ir a buscar por todo el mundo, por las faldas de las montañas o de las prostitutas, por los vestidos de las buenas mujeres y de las malas, en los bares con los amigos, algo faltaba y a la vez te seguía. Era inútil a veces eras cazador y otras veces salías cazado.
La quería de la manera que no me gusta querer, de una manera escondida que reside en la devastada ciudad de mi alma que antes llevaba un rótulo verde con el título de corazón, ese sitio destruido por los dioses como Sodoma, un sitio donde no hay biblia y la única ley que se aplica es: “Prohibido querer”.
Una foto era suficiente, su belleza era igual de todos los perfiles, una belleza que se acentuaba cuando abría la boca, cuando defendía sus ideas y tareas.
Hace mucho que me distancie de las cosas que amaba, mis libros, mis poemas, mis amigos, mi colegio. No puedo mentir ha habido otras cosas que han aparecido para distraer mi atención, pero no es lo mismo, uno debe romper todos los vínculos que le atrasen si quiere llegar a encontrarse consigo mismo.
No entiendo cómo pueden decir que les gustan los poemas cuando solo han leído un partecita de ellos en Facebook, fragmentos que matan la esencia del poema. Es como ver a una mujer y pensar que solo por la sonrisa podrías enamorarte. Esas son trampitas, errores, errores y más errores.